Sunday, January 15, 2017

Por supuesto que nos duele.


A casi todo cubano del exilio, le queda en la isla algún ser querido al que quiere traer a vivir en libertad. 
Soñamos con el reencuentro y ayudarlos a dar sus primeros pasos en este país, llevarlos a hacer sus trámites, comprarles ropa, ir a un restaurante y traducirles el menú. Pasearlos por la ciudad o enseñarles a usar una internet libre conectada las veinticuatro horas en su nuevo teléfono celular.
Mientras les damos una mano de apoyo y comprensión, nos complace mirar sus rostros de alegría y asombro.
También nos complace cuando estamos unidos a ellos en el desprecio hacia un régimen que nos obligó a echar raíces en una tierra diferente donde no hay montañas verdes en el horizonte salpicadas de palmas reales. Eso sí, con gente, que aún teniendo otro idioma y costumbres nos dieron el afecto que se le da desinteresadamente a un niño maltratado por sus padres, y a los que hay que respetar y agradecer.
Pero vivir bajo la opresión de un sistema inmoral liderado por mafiosos con delirio de guerra, destruyó la idiosincrasia auténtica del cubano. Fomentó la doble moral, se perdieron el paladar y la etiqueta, los títulos señora y señor fueron casi prohibidos, las colas eran pugnas literales donde había que subsistir pasando por encima de mujeres y ancianos. La escasez material y espiritual sumió a todo un pueblo en una miseria grotesca. Las ciudades se convirtieron en ruinas y hoy son el icono vergonzoso de toda una sociedad.
Quienes lograron salir primero conservaron muchos de los valores característicos del cubano. Entendieron que el régimen de la Habana era el paradigma de la rebeldía hacia todo lo decente. Luego lograron un resquicio único para los que vinieran detrás; un trato especial para quienes no tenían patria ni libertad. Pero ese trato era solo el acto humanitario de una nación que ayuda a los hijos que huyen de sus "padres malvados" y los acoge como propios dándoles los mismos derechos que a los suyos.
Una balsa en alta mar es el emblema de un pueblo oprimido, obligado a vivir entre la basura. Es una imagen que evoca la más intensa compasión. Es únicamente por eso que deberíamos ser especiales, y generar la empatía no solo del pueblo americano sino también de los hermanos latinos porque somos el efecto de un gobierno que tortura a su propia gente.
Pero el destrozo que provocó el régimen, también anuló el sentido común e hizo pensar a muchos que somos especiales por lindos, buenos e inteligentes. Entonces podían venir y luego regresar a pavonearse en un carro moderno, cerveza en mano, sobre una calle repleta de baches y conquistar finalmente a aquella muchacha que nunca los miró cuando andaban en bicicleta. Luego regresar y ostentar su "especialidad" provocando la envidia de gente digna que también merece vivir legal en esta nación.
Tu frase más célebre: "la política no me interesa" convertida casi en mantra por fin dio resultados: ¡Embarcaste al que venía detrás!
La política solo te interesó para acogerte a la ley de ajuste cubano. Tal vez no sabías que esa ley es para proteger al perseguido y maltratado por un régimen gubernamental... pues ya lo sabes.
Ahora es tarde. 
Yo, que esperaba dentro de poco ayudar a dar los primeros pasos a alguien muy querido por mi, tendré que esperar. Sueño con enseñarle las bondades del siglo XXI y decirle: eres libre, pero esa libertad conlleva responsabilidad. Y el cubano debería vivir en esta tierra en un estado perenne de agradecimiento y respeto, comprometiéndose a rescatar sus verdaderos valores y aplicarse a ellos.
¿Cuantas lecciones más necesitas? Tienes que aprenderlas... ya no tanto por ti, sino por decencia hacia los demás.

Abel Quintero

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